Me encanta escribir, lo hago cada día. A veces lo comparto, y a veces sólo escribo para soñar despierta un rato. Pero a veces aparece frente a mí un fantasma gigante, blanco por supuesto, como en los dibujos animados, con unos ojos gigantes que me dicen: “Calla, hoy no es el día”. Y ahí está: mi hoja en blanco. Siempre impoluta, esperando un pistoletazo de salida, una chispa de inspiración, una frase acabada por donde empezar a tejer una historia. Siempre cierta, pequeña para muchos y para mí seguramente importante. ¿Para qué escribe uno si no es para comunicarse? ¡Para volar, cierto!
Escribo para soñar despierta un rato, porque a veces los sueños se cumplen.
Todos tenemos historias que contar. Me encantaría que me cuentes la tuya, ¿te animas?
Había una vez…